La decisión del artista global Bad Bunny de realizar una residencia de conciertos exclusiva en San Juan ha generado un impacto económico que supera los 200 millones de dólares, revitalizando el turismo en plena temporada baja y consolidando a la isla como un epicentro del entretenimiento mundial. La serie de 30 espectáculos, titulada «No Me Quiero Ir de Aquí», se llevó a cabo entre julio y septiembre en el Coliseo de Puerto Rico, atrayendo a cientos de miles de fanáticos y desafiando el patrón histórico de lento crecimiento económico de la isla.
Según Jorge Pérez, gerente del Coliseo de Puerto Rico, la idea de una residencia exclusiva en la isla en lugar de una gira por Estados Unidos fue «alucinante» cuando se propuso hace dos años. Pérez afirmó que este evento no tiene precedentes «en los 20 años de historia del Coliseo ni en la industria del entretenimiento de Puerto Rico». El impacto se ha extendido más allá de San Juan, beneficiando a hoteles, restaurantes y comercios en toda la isla, gracias a turistas que buscan experiencias como visitar la casa de infancia del artista en Vega Baja.
Este impulso económico llega en un momento clave para Puerto Rico, que ha experimentado una década de crecimiento lento, empeorada por los estragos del huracán María en 2017 y el impacto posterior de la pandemia de COVID-19 en el área turística. La presencia de Bad Bunny no solo atrajo a turistas durante la temporada de huracanes, que usualmente es de baja actividad, sino que también impulsó un gasto considerable. Un análisis de la empresa Gaither International revela que el 55% de los asistentes eran residentes locales, mientras que un 39% venían de Estados Unidos y un 6% de otros países.
La decisión del artista de permanecer en Puerto Rico también tuvo una motivación social. En una entrevista con la revista I-D, Benito Antonio Martínez Ocasio —nombre real del cantante— expresó su preocupación de que el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) pudiera realizar redadas y detener a sus fans en conciertos en Estados Unidos. Esta postura fue valorada por sus seguidores, como Evelyn Aucapiña, una fan que viajó desde Chicago y gastó cerca de 2.000 dólares en su viaje, quien lo considera «lo mejor de ambos mundos».
Más allá de las cifras, la residencia ha tenido un profundo impacto social y cultural. Ha inspirado a una nueva generación de creativos locales, como el ilustrador de 20 años Sebastián Muñiz Morales. Muñiz fue contratado para diseñar mercancía oficial, incluida la mascota del evento, «El Concho», un sapo estilizado que se ha vuelto omnipresente en la isla. Para Muñiz, el evento ha cambiado la percepción de que «aquí no hay futuro», fomentando un sentimiento de patriotismo y el deseo de construir una vida en Puerto Rico.
El legado de la residencia, según Pérez, será duradero, ya que los cientos de miles de visitantes se irán como «embajadores» de la isla. La iniciativa de Bad Bunny no solo ha demostrado el poder de una estrella global para movilizar una economía, sino que también ha reforzado un mensaje de orgullo y pertenencia, inspirando a los jóvenes puertorriqueños a luchar por un futuro mejor en su propia tierra.